En un país muy remoto había un pollito que quería ser grande y poderoso. El amplio y lejano país donde el pollito habitaba estaba dirigido por un feroz lobo que no deseaba compartir su presa con nadie. La presa del lobo (el país) era para él, el gran premio por su especial búsqueda de víctimas fáciles entre los animales que poblaban ese lugar.
Los seguidores del lobo también fueron los mismos que siguieron fielmente al otro lobo que antes estuvo comandando esa nación y sus habitantes. La única presencia que el zorro no podía soportar era la del azulejo, debido a que este pájaro producía un canto que ponía furioso al zorro. El canto del ave parecía ser una melodía que ponía en resonancia el lado oscuro del lobo y éste se ponía tan furioso que todos los animales se asustaban y se escondían ya que no querían ser tratados de manera intimidante y humillante.
La gran pregunta que todos los animales que poblaban esa querida república se hacían era: ¿que podía servir para que el lobo y sus seguidores dejaran de imponer sus caprichos e insolentes mandatos al resto de los animales que no confiaba ni creía en ellos?
El cuento es el especial y querido pensamiento del que no desea que el actual gobierno de esa comarca siga siendo el poderoso e indestructible cuerpo de corteza dura e inflexible que no quiere organizar otra cosa que no sea su dominación y su recurso de usar el miedo como arma para someter a este establecido y generoso pueblo.
El cambio del gobierno del lobo por otro que fuese comandado por el pollito era impensable para la mayoría de esa especial y querida nación, nadie pensaba que el pollito pudiese algún día llegar a ser el jefe supremo de ese país. Todos los animales estaban tan resignados a ser gobernados por los lobos que, poco a poco, el pollito fue sufriendo el rechazo de sus aliados y se quedó muy sólo y triste.
Un día el pollito pensó que ya nada podría ser posible para lograr que todos sus seguidores y adversarios pudiesen recuperar la fe en él, y decidió dejar la pelea y no seguir insistiendo en el llamado a la confrontación con el lobo y se retiró al campo a pasear y meditar.
En el campo pudo ver cómo el color de las flores y el aroma del otoño le hacían sentir algo que nunca antes había experimentado. El pollito sintió por primera vez en su vida que el organizado país que habitaba poseía elementos fundamentales que jamás había reconocido. El llamado era tan intenso que el corazón del pollito palpitaba tan fuerte que sentía que su corazón podía explotar debido a la infinita emoción que le provocaba esta inédita vivencia en el campo.
El pollito era tan feliz que ya no sentía necesidad de intentar ir en búsqueda del poder que no pudo tener, en cambio, en medio del campo se sintió tan feliz y en UNIÓN con todo lo que lo rodeaba, que ya no quiso ser el que ostentara el poder sobre los otros, sino pedir al Creador Dios que le ofreciera el don de PODER SENTIR en cada momento de su vida el especial y anhelado vínculo con La Voz de Dios, y en ese especial encuentro, ser el llamado a servir y a lograr que sus queridos y amados seguidores, así como también los que lo adversaban, pudiesen ver en él un especial hermano, amigo, servidor y maestro, que pudiese iluminarlos en medio de tanta oscuridad presente en este especial planeta.
¡Es así!
Víctor