La carta a Daniela
El hecho de querer ayudar a alguien es algo tan increíble que nos imaginamos que la persona ayudada se sentirá mejor y se sanará de sus males físicos, emocionales, sentimentales y hasta espirituales. Si alguien toma el lugar de un medicamento, una terapia o incluso un tratamiento, entonces esa persona hace que la persona a la que ayuda se vuelva dependiente y por esta razón en vez de ayudar lo que está haciendo es crear en alguien un estado de no autonomía y no integridad.
El hecho de necesitar a alguien es el síntoma más elocuente que nos muestra que algo está mal. Olvidar que somos autónomos, autosuficientes, plenos y completos, es lo que nos coloca en una posición de angustiosa carencia y dependencia, insuficiencia y escasez.
La tarea de aquel que desee ayudar es:
1) Entender que una persona no puede ser la pieza que falta para completar a otra persona.
2) Si alguien considera que debe asumir el rol de servir para que la plenitud se lleve a cabo en la existencia de un ser humano, entonces ninguno de los dos es pleno, porque no es posible que una vida sea incompleta y precisamente los dos tienen la creencia en lo contrario.
3) La especial posición del que cree que ayuda es que siente que es alguien importante y necesario, pero, de ser así, no sería él mismo el que estuviese sirviendo como complemento de otro ser.
El que ayuda debe comenzar por entender que la ayuda es una cosa y el ayudante es otra. El hecho de querer la ayuda y el ayudante es de por sí la especial ratificación que nos muestra que no hay claridad de objetivo, ya que no hay una ayuda que provenga de la plenitud si la ayuda depende también del ayudante.
¿El hecho de querer ayudar a alguien proviene del especial ámbito de la necesidad de ser el pleno y luminoso instrumento del AMOR? o ¿un claro y definitivo vehículo de la dependencia, el apego, la carencia y la racionalidad en tu espacio de limitación y escasez?
¡Es así!
Víctor