Conocimiento no puede definirse como aquello que sabes. Eso que está contenido en tu mente, producto de tus vivencias, aprendizajes, destrezas, memorias y pasado; es lo que deberíamos denominar “lo que tú conoces”, o sea, lo conocido.
El conocimiento es un océano infinito y atemporal, tu mente sólo posee una pequeñísima parte de ese conocimiento universal y se siente superior y respetable al compararse con el saber y el hacer de otras personas en este mundo.
El conocimiento total no es algo que pueda encerrarse en un espacio, en un ser, en un cerebro. Lo que se embotella, se separa y se aísla, termina por corromperse y degradarse. El conocimiento es un torrente infinito al que puedes conectarte y puedes recibir de él lo necesario para tu vida, pero no debes querer atraparlo, apropiártelo, o retenerlo como la Verdad. La conexión es imprescindible porque ella permite negar lo individual y corregir lo que crees saber acerca del mundo y de ti mismo.
Todo cambia, todo se transforma, y la Verdad que es la UNIÓN con la Luz, está establecida en la integración que produce el movimiento alrededor suyo. Días y noches, mareas y lunas, rotación y traslación; todo se mueve, todo se traslada. Todo se orienta de forma distinta y eso es así aquí en este mundo, como fuera de él.
Tú que eres amante de las ideas fijas, de los conceptos rígidos, de las posturas inamovibles, te advierto que la naturaleza y la creación se mueven constantemente y, tarde o temprano, te llegará el momento de moverte y soltar todo lo que quisieras seguir conservando y manteniendo como tuyo. Ningún tipo de pertenencia es algo que te posibilite fluir con lo que eres y sientes. Eres lo que le pertenece a la Luz y al AMOR.
Jesús