El especial trabajo que establecieron en este plano los adoradores del dinero, la riqueza, el confort y el lujo.
El claro y escandaloso, incumplido y prometedor mundo de la abundancia, la PAZ y la felicidad, es ahora un irónico guión que ya desecharon los principes de la mentira y ahora lo que nos pretenden inculcar es que la encomienda es el trabajo y la especial y querida acción de producir lo que represente el único producto que el pensamiento puede generar.
La especial y querida perdición del hombre comienza por su anhelo de ser brillante, exitoso, rico, famoso; y es este el valioso espejismo que el hombre desea vender a sus semejantes para que toda la vida transcurra intentando llegar a ser lo que su «sueño» le solicita.
El verdadero y útil, inclemente y despiadado concepto de la propiedad nos convierte en esclavos de lo que poseemos, seres ansiosos y obsesionados por lo que anhelamos. Incorporar a nuestra existencia la perenne necesidad de objetos de toda índole ha transformado nuestra creatividad en un penoso escenario de la rivalidad y la competencia.
El surgimiento y el ascenso del fanatismo de toda índole, nos ahoga la posibilidad de buscar la Verdad desde nuestra experiencia y desde nuestro punto de vista. La obsevación y obediencia de todas las penosas normas, leyes, reglamentos; y en especial lo que la cultura y la tradición imponen, nos ha ido transformando en dóciles y adoctrinados especímenes que aceptan lo que viene desde afuera sin ningún llamado a la inspirada acción del sentir en el corazón.
El ejemplo más patético de lo que representa nuestra sociedad actual es que no hemos podido conseguir una fórmula que permita que desaparezca la pobreza extrema y la riqueza grosera. ¿Quién se beneficia al existir una inmensa mayoría de personas que habitan en el espacio de la marginalidad? El localizado liderazgo político y social del mundo está siendo enriquecido en sus penosas y angustiantes divisiones, y esas diferencias nos hacen creer en polos opuestos: buenos y malos, nacionalistas y traidores, explotadores y explotados; y es en este especial encuentro en el que todos señalan acusadoramente al otro por las desgracias de este mundo, cuando en realidad es y ha sido cada uno de los habitantes de la tierra los que hemos contribuido a que este espacio sea un lugar en el que el AMOR, la solidaridad, la equidad, el respeto y la Armonía sean los grandes ausentes.
El opositor es, en este orden de ideas, el contrincante. El que nos adversa es el maligno; el que no está de acuerdo con nuestra filosofía, nuestra visión del mundo, nuestra religión, nuestra ideología, nuestras creencias y nuestros gustos se convirtió en nuestro enemigo. Comienza el ilusorio combate del bien contra el mal, nos ponemos del lado de los bondadosos, buenos y puros, no para salvar al mundo sino para condenar a aquellos que no se ubican en nuestro orden. ¿Quién nos dijo que eramos los dioses de la justicia? ¿Quién nos otorgó la dorada corona del conocimiento y la luz para poder atacar a nuestro hermano?
Tu falta de AMOR está reflejada en el mundo donde habitas, ¿te das cuenta de lo que eres?
¡Es así!
Víctor